miércoles, 28 de enero de 2009

Matan por nada

Nada más lejos de mi intención que convertir esta columna en un púlpito. Pero, en esta ocasión, no me resisto a dirigirme a usted, lector, personalmente, no sé si para pedirle un favor o para hacerle una recomendación. Ayer, al oír del asesinato de Inaxio Uria, a usted, como a mí, se le habrán agolpado un montón de preguntas en la cabeza. Pues bien, le ruego que no intente siquiera contestarlas. Porque, desde el mismo momento en que comience a buscar respuestas, habrá entrado en el juego que plantean los asesinos. Para eso matan. Para que los demás nos enredemos preguntándonos por qué lo hacen y nos enzarcemos en respuestas contradictorias.
Esta banda de asesinos en que se ha convertido ETA ha matado, a lo largo de su historia, de todo y por todo. Comenzaron por guardias civiles, policías y militares, diciendo que eran torturadores, represores y fuerzas de ocupación. Vinieron luego chivatos y delatores. También cayó algún que otro pequeño trapichero de droga. Pronto vinieron los ertzainas por cipayos y colaboracionistas. Y funcionarios de prisiones. Un cocinero, incluso, que trabajaba no se sabe muy bien en qué dependencia militar. Siguieron empresarios por explotadores, periodistas por manipuladores, políticos por tergiversadores.
Murieron, al fin, civiles que hacían la compra en un supermercado o tomaban tranquilamente el sol en la calle. Hasta mujeres y niños fueron despedazados por el horrendo delito de vivir con sus maridos y padres en las casas cuartel de la Guardia Civil. No hay ya gremio, oficio o profesión que se haya librado. Ni sexo ni edad.
Si usted trata ahora de buscar, por así decirlo, el hilo conductor de estos asesinatos, no encontrará ninguno que pueda dar razón de todos ellos. Matar por todo es, al fin y al cabo, matar por nada. No puede ser siquiera que ese magma del 'conflicto vasco', por complejo e intrincado que pretendan presentarlo, tenga tantas ramificaciones. Sólo la pulsión de muerte, el matar por matar, da explicación cabal de lo que hacen. No busque usted otras razones, no crea siquiera a quien intente dárselas, que lo habrá, porque detrás de tanto asesinato no hay más que el placer de matar que anida en una mente enferma.
Por eso, cuando hoy le digan que ayer mataron a un empresario vinculado al Tren de Alta Velocidad, responda usted que no. Responda que mataron simplemente a un anciano, a un jubilado, que, en vez de la siesta, echaba la partida con sus amigos después de comer. Como usted, quizá, suele hacer o como hace su propio padre. Que asesinaron, simple y llanamente, a un ser humano. Y que lo asesinaron por nada.


José Luis Zubizarreta