viernes, 13 de febrero de 2009

Ojalá fuese mañana



Se trata más bien de expresar que de reclamar, en una historia que tiene mucho de lo último. Una historia de la que fuimos partícipes y de la que ya desgraciadamente poco nos queda en nuestra cabeza embarullada. Hablo de un viaje a los campamentos de refugiados saharauis.

Allí, en Argelia, en pleno desierto, un muro y la zona de mayor densidad de minas anti persona del mundo separan a 200 mil saharauis de sus casas. Esperan una respuesta del mundo occidental, sin que nada parecido se avecine. En esta situación perviven desde hace más de treinta años, en uno de los lugares más hostiles del planeta, la hamada.

Cuando un grupo de universitarios, allá por abril de 2008, llegamos a los campamentos, observamos una sociedad tremendamente abierta y con una moral que a muchos occidentales nos resultó envidiable. En un lugar en el que no había vida y ahora apenas la hay, se instalaron para un momento, para unos días, hasta que la gran conciencia occidental tantas veces idolatrada se percatase de la tremenda injusticia que se cernía sobre ellos. Un momento, que todavía dura, que sigue siendo momento, mientras las administraciones aprueban, refutan y echan atrás resoluciones, planes de paz y demás abstractos términos.

Treinta y un años en los que, sin embargo, ellos, los saharauis, se mantienen pacientes, expectantes. Sus ideas son claras: recuperar sus tierras usurpadas. Pero lo realmente admirable, es que sus ánimos no decaen, son capaces de evitar el pesimismo, la desesperación, la desesperanza, incluso consiguen esquivar aquellos que son traidores, la añoranza, lo bucólico.

Y todo esto, reitero, viviendo en la nada, donde cualquier actividad humana, por primaria que sea, como la agricultura, ganadería o caza resultan imposibles. Sin embargo, cuando llegamos, aquellos hombres y mujeres del olvido, de la nada por fuera y de tanto por dentro, nos acogieron en sus casas y nos ofrecieron todo lo que tenían. El camello, para ellos un plato muy especial, lo comíamos todos los días. Nos dejaron dormir en los mejores lugares, nos prepararon actividades, fiestas, nos dispusieron toda el agua que necesitábamos, bien muy preciado allí.

Es este el corazón saharaui, humilde y tremendamente hospitalario con los que van, según decían, a conocer su situación. Me gustaría que esto sirviese como reconocimiento a los saharauis, capaces de darlo todo, incluso a aquellos que tienen una deuda histórica con su pueblo, como era nuestro caso.

Pero me gustaría que ese reconocimiento no se quedase ahí, en maldita caridad o siquiera admiración, espero que sean narrados en las historietas políticas, que sean objetivo, ya de una vez por todas, de las ambiciones de nuestros gobiernos. Ojalá mañana podamos volver a ver sus caras, gozar de su alegría y de su fuerza, pero el viaje que tenga como destino el Smara, el Aaiun, el Tifariti de verdad, estas ciudades que un día les obligaron a cambiar por polvo y sequedad. Que mañana nos vuelvan a acoger como lo hicieron, pero que esta vez sí sean sus hogares.

Ojalá esto ocurriese para que este pueblo sea envidiado por todos, porque ninguno supo luchar contra la injusticia propia sin derramar odio ni rencor. Un pueblo que con el poderío y la fuerza de la justicia puesta en la palabra, habrá sido capaz de derrotar a uno de los ejércitos más poderosos del planeta. Caso idílico que puede convertirse en real si nosotros, ciudadanos de primera, reaccionamos del letargo.



Victor Usón García

domingo, 1 de febrero de 2009

Poesía contra la barbarie


El sábado 31 de Enero del 2009 "Onda Mayor", la radio universitaria del CMU Chaminade se sumó a este movimiento poético llamado "Poesía contra la barbarie".
Como resultado se obtuvo un programa lleno de sentimiento y emotividad que se puede escuchar desde uno de los blogs de Onda Mayor "nuevas viejas ondas", http://nuevasviejasondas.wordpress.com/ . Esperamos que os guste.

Muchas voces y muchos sentimientos por todas esas personas que están sufriendo....
Por una palestina libre

miércoles, 28 de enero de 2009

Matan por nada

Nada más lejos de mi intención que convertir esta columna en un púlpito. Pero, en esta ocasión, no me resisto a dirigirme a usted, lector, personalmente, no sé si para pedirle un favor o para hacerle una recomendación. Ayer, al oír del asesinato de Inaxio Uria, a usted, como a mí, se le habrán agolpado un montón de preguntas en la cabeza. Pues bien, le ruego que no intente siquiera contestarlas. Porque, desde el mismo momento en que comience a buscar respuestas, habrá entrado en el juego que plantean los asesinos. Para eso matan. Para que los demás nos enredemos preguntándonos por qué lo hacen y nos enzarcemos en respuestas contradictorias.
Esta banda de asesinos en que se ha convertido ETA ha matado, a lo largo de su historia, de todo y por todo. Comenzaron por guardias civiles, policías y militares, diciendo que eran torturadores, represores y fuerzas de ocupación. Vinieron luego chivatos y delatores. También cayó algún que otro pequeño trapichero de droga. Pronto vinieron los ertzainas por cipayos y colaboracionistas. Y funcionarios de prisiones. Un cocinero, incluso, que trabajaba no se sabe muy bien en qué dependencia militar. Siguieron empresarios por explotadores, periodistas por manipuladores, políticos por tergiversadores.
Murieron, al fin, civiles que hacían la compra en un supermercado o tomaban tranquilamente el sol en la calle. Hasta mujeres y niños fueron despedazados por el horrendo delito de vivir con sus maridos y padres en las casas cuartel de la Guardia Civil. No hay ya gremio, oficio o profesión que se haya librado. Ni sexo ni edad.
Si usted trata ahora de buscar, por así decirlo, el hilo conductor de estos asesinatos, no encontrará ninguno que pueda dar razón de todos ellos. Matar por todo es, al fin y al cabo, matar por nada. No puede ser siquiera que ese magma del 'conflicto vasco', por complejo e intrincado que pretendan presentarlo, tenga tantas ramificaciones. Sólo la pulsión de muerte, el matar por matar, da explicación cabal de lo que hacen. No busque usted otras razones, no crea siquiera a quien intente dárselas, que lo habrá, porque detrás de tanto asesinato no hay más que el placer de matar que anida en una mente enferma.
Por eso, cuando hoy le digan que ayer mataron a un empresario vinculado al Tren de Alta Velocidad, responda usted que no. Responda que mataron simplemente a un anciano, a un jubilado, que, en vez de la siesta, echaba la partida con sus amigos después de comer. Como usted, quizá, suele hacer o como hace su propio padre. Que asesinaron, simple y llanamente, a un ser humano. Y que lo asesinaron por nada.


José Luis Zubizarreta